El paradigma de hacer más con menos está bien establecido en la cultura de compras de tecnología. Los usuarios de América Latina han ganado mucha experiencia y habilidad para adquirir infraestructura optimizando su inversión de capital. Pero también es fundamental contemplar otros aspectos en los procesos de compra de tecnología.
En la actualidad, usamos todo tipo de licitaciones públicas y privadas; invitaciones a cotizar; subastas reversas; entre otros instrumentos de selección y compra. Además, hemos aprendido a dar un tiempo prudencial al comportamiento de las tecnologías de punta, para no experimentar con tecnologías que no se consoliden en el ecosistema tecnológico. Así hacemos apuestas más certeras sobre aquellas que se establecen y ofrecen un camino de evolución y crecimiento.
Sin embargo, existen los gastos operacionales, que incluyen los costos fijos como el alquiler del centro de datos, consumo eléctrico y de enfriamiento, contratos de soporte, salarios de los funcionarios que operan el centro de datos, etc.
Según la firma consultora Frost & Sullivan, por cada dólar que invertimos en infraestructura en América Latina, gastamos $7,40 dólares para mantener esta plataforma. Los gastos operacionales tienen un impacto casi ocho veces mayor en el presupuesto del centro de datos que la misma infraestructura. Es justamente en el control de los gastos operacionales en donde no hemos avanzado tanto; por esto observamos, cada vez más, un mayor foco en controlar esta variable para optimizar el gasto tecnológico.
El TCO y el ROI
En la era de los “main frames” y del “cliente servidor”, nadie se preocupaba por el consumo de energía, ni por el número de personas que se necesitaban para operar un sistema. El esquema de licenciamiento mensual de algunos componentes de software se percibió como altamente conveniente para viabilizar proyectos con una baja inversión de capital. Muchos proyectos se lograron gracias a estos nuevos modelos de consumo.
Sin embargo, cuando la suma de los costos fijos mensuales se hace tan alta, sospechamos que el péndulo está llegando a uno de los extremos y que en algún momento se va a empezar a devolver. Ahora escuchamos con frecuencia sobre el costo total de propiedad (TCO por sus siglas en inglés) y el retorno de la inversión (ROI). La pregunta que se hacen hoy en día los grandes líderes de tecnología es: ¿cómo maximizo el retorno de mi inversión, no solo el primer año de implementación, sino a lo largo de toda su vida útil? No es suficiente entender cuánto me cuesta adquirir un sistema, sino cuánto me cuesta adquirirlo y operarlo.
Debido a este nuevo paradigma, estamos viendo una importante evolución en los procesos de evaluación de las grandes inversiones de tecnología. Los sistemas o soluciones con herramientas de gestión más efectivas, por ejemplo, reducen los costos operacionales y por lo tanto no se miden solamente por su inversión de capital. La habilidad de recuperarse rápidamente de una falla de un componente físico, es otro importante factor a tener en cuenta y a valorar en función del impacto al negocio.
¿Cuánto le cuesta a un usuario dado estar fuera de línea por una hora? Si se trata de un banco, esto puede ser millones de dólares; mientras que si se trata de un portal solamente informativo, el impacto será marginal. El área que ocupa la infraestructura en el centro de datos es también muy importante ya que el centro de datos es el metro cuadrado más caro de todo el edificio. Es por esto que una solución de alta densidad de cómputo no se puede medir en la misma categoría que aquellas que no optimizan el espacio físico.
También la estructura del cableado en la parte trasera de los servidores es relevante. Esas marañas de cables de colores que se desprenden de los pobres servidores, no solamente los hacen ver como piezas tecnológicas arcaicas y de mala presentación, sino que tienen un impacto sensible en el presupuesto del centro de datos. El aire no puede circular libremente, la temperatura sube, los ventiladores funcionan a máxima potencia y el consumo de energía sube en un 30% o 40%.
Si bien es cierto que tenemos que cuidar cada dólar invertido en infraestructura, es igualmente cierto que tenemos que cuidar más aún los $7,40 que me costará su operación.
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