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¿Culpable soy yo?


March 24, 2015


La participación activa de la mujer en el entorno económico mundial es ahora un hecho necesario y que pasó la línea de la moda inclusiva.  Estudios de diversa índole lo sustentan: el Banco Mundial ha demostrado el impacto del trabajo femenino en el PBI de determinados países o los que hacen medios tan importantes como Fortune destacando que los comités directivos con mayor diversidad de género terminan  haciendo empresas más rentables. En fin, vemos en diferentes sectores productivos empresas trabajando a fin de aterrizar esta maravilla.

Usemos la tecnología
La tecnología de hoy permite a las empresas ofrecer una experiencia de trabajo flexible, lo cual impacta positivamente en el clima laboral, incrementa la productividad por la eliminación de tiempos muertos en ciudades de tráfico denso, así como la retención de talento.

Hacer del trabajo una experiencia y no un lugar físico, es la clave. Y esto aplica para fomentar el desarrollo profesional de la mujer que desea manejar un balance entre la vida profesional y personal, ligada a la maternidad, entre otros anhelos.

En el Perú y en Latinoamérica esta revolución está comenzando y si bien aún son pocas las compañías que promueven esta tendencia, la mayoría de sucursales de trasnacionales tienen ya en su ADN esta filosofía y actualmente varias empresas están por implementar o implementando modelos basados en la movilidad para combatir la deserción femenina en mandos medios o cargos gerenciales y así construir la presencia de mujeres en sus altos mandos.

La culpa es sólo mía
Sin embargo, aún debemos enfrentar un reto mayor que el implementar y usar la tecnología. Un punto neurálgico en nuestra sociedad es el que implica un cambio de mente e idiosincrasia, así como la promoción de la participación de la pareja en el desarrollo del hogar para poner en relieve la presencia femenina en el liderazgo empresarial.

Esto a fin de menguar el sentimiento de culpa que suele muchas veces acompañar a las mujeres que desean hacer realidad sus sueños  profesionales, porque sienten, creen o perciben que el hogar se desmorona  por su “inasistencia” o porque la inversión de tiempo no es la adecuada.  Y este sentimiento de culpa algunas veces tiene un efecto resonante en la sociedad que rodea a la familia, llámese colegio, círculo social, vecinos y familia política.

La mujer llega a sentir que todas las desgracias que suceden en el hogar son  generadas por ella. Precisamente, recuerdo la conversación con una ejecutiva de RR.HH de una financiera peruana que debía viajar por tres días fuera de su ciudad cada dos meses a entrenar al personal y cuyo sentimiento de culpa era avivado por la familia que le decía que era una mala madre porque cuando ella viajaba, su hija no tenía con quién hacer sus tareas ni ver televisión antes de ir a dormir.  A lo que yo le pregunté  “…¿y el padre qué te dice?¿Que eres mala madre porque no estás para acompañar a la niña antes de ir a dormir, ¿Qué hace?”. La respuesta fue insólita: “El descansa y ve su serie favorita hasta las diez de la noche”.  Imaginen mi rostro de desconcierto ante esa declaración.

Si ambos en el núcleo familiar quieren desarrollarse profesionalmente, se  debe considerar a la pareja como un socio para la vida, con la cual podemos compartir las responsabilidades de la administración del hogar, cuidado de los hijos, soporte educativo y todo lo que la vida en familia conlleve.

Pero más aún desterrar los sentimientos de culpa cuando uno hace lo que le apasiona.  Esto es algo que seguramente nos tomará algunos años como sociedad, pero creo que es el paso más importante para el avance femenino en las actividades económicas.

Por
Romina Paredes Tello
Regional Marketing Manager
Central America, Northern South America and Caribbean (CANSAC)

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