Little girl attending to online school class on laptop computer
Es evidente, posiblemente hasta obvio, afirmar que vivimos en un mundo cada vez más digital. Un mundo en el que el ritmo con el que se presentan los avances tecnológicos y se suceden las revoluciones informáticas, no tiene precedentes. Este fenómeno catalizador de la digitalización en todos los ámbitos productivos del ser humano se acentúa de manera especial en momentos de crisis. La pandemia por COVID-19 que ha sacudido al orbe ha acelerado la apropiación y la adopción tecnológica por parte de los individuos, las comunidades y las organizaciones públicas y privadas y lamentablemente también, ha agudizado las distancias entre los seres humanos conectados, de los que no lo están.
La educación se encuentra, por tanto, en el epicentro de esta coyuntura transformacional. Por un lado, está siendo obligada a modificar patrones operativos y estratégicos muy establecidos y, por otro lado, debe emerger fortalecida para contribuir en la construcción de una sociedad más resiliente, incluyente y plural. Pensemos en el concepto de Universidad a lo largo del tiempo: un modelo añejado y madurado por más de 800 años, desde las primeras universidades del medievo europeo -como Bolonia y París- hasta la fundación de venerables instituciones en el Nuevo Mundo (Nueva España y Perú, por ejemplo) a imagen y semejanza de Salamanca, donde el enfoque predominante estuvo siempre centrado en su carácter eclesiástico y corporativo y en la exaltación de las virtudes de la propia Alma Máter, al amparo de los muros y de los recintos que la distinguían y la protegían. En el siglo XXI, las universidades se ven a sí mismas cada vez más como el fruto de una serie de circunstancias concretas de carácter histórico, político y social y el fenómeno de distanciamiento provocado por la pandemia, cimbró de manera determinante los antiguos esquemas, provocando una auténtica revolución .
El desafío de ejecutar esquemas pedagógicos en ubicaciones no tradicionales se agrega a un caldo de cultivo en el cual la caducidad del conocimiento asimilado en los sistemas escolarizados, aumenta con rapidez: de acuerdo con la consultora Gartner , para el año 2024, la decreciente vida media de las habilidades adquiridas en el estudio, obligará al 50% de las instituciones de educación superior a adaptar un enfoque de “ritmo diferenciado” en la creación y ejecución del 100% de cursos en la matrícula: nos espera un futuro en el cual la educación ocupará etapas de mayor longitud en la vida de los individuos, basada en un paradigma de mayor ubicuidad e inclusión.
Una de las evidencias que dan soporte a esta idea es el reposicionamiento del rol del Director de Tecnologías de la Información en las instituciones educativas, mismo que de estar enfocado en el pasado en mantener la continuidad operativa de la infraestructura TIC , ha pasado a ser el frente y el centro de las capacidades del centro educativo no solo para entregar y mantener, sino para evolucionar la realidad institucional. En Cisco estamos convencidos de que esta disrupción traerá consigo oportunidades relevantes para los responsables de innovación tecnológica en la educación, dado que:
Es probable que en los próximos meses continuemos observando posturas en la educación pública y privada, que transiten de ida y vuelta entre modelos totalmente virtuales y otros muy presenciales, pero incorporando elementos de innovación. Desde el contexto de las modalidades de aprendizaje, hay una amplia gama de posibilidades que pueden ser adoptadas, como los cursos en modalidad mixta (blended education ) el concepto del salón de clases “invertido” (flipped classroom ) y los esquemas híbridos. En estos últimos parece converger la industria en general y tendrán en la flexibilidad, la inclusión y la experiencia aumentada, sus principales fortalezas.
Todo esto nos lleva, finalmente, a plantear algunas tendencias en materia de educación que vemos irreversibles. En todas ellas, el componente de transformación digital resulta el actor fundamental del cambio y el motor de las mejoras perseguidas. En cada uno de los casos, Cisco plantea arquitecturas tecnológicas de referencia que parten de los siguientes principios:
I. El aprendizaje ya no es más un espacio, sino que cada espacio es un lugar de aprendizaje: los espacios híbridos llegaron para quedarse y para dar servicio en cualquier dispositivo, en cualquier momento y en cualquier ubicación. Deberán ser inmersivos, flexibles, incluyentes y altamente accesibles para aprender, para trabajar y para investigar.
II. Los Campus, o sedes escolares, serán cada vez más inteligentes. Irán construyendo eficiencias y optimizaciones en sus sistemas de seguridad física, iluminación, recolección de basura, transporte interno, estacionamiento, gestión de energía y utilización de espacio. Todo ello, sobre una red robusta y segura y capas de acceso Wi-Fi que puedan colaborar con arquitecturas del Internet de las Cosas.
III. Las instituciones educativas estarán, más que nunca, habilitadas por información. Tanto en el entorno sustantivo (académico/pedagógico) como en el operativo, las capacidades de obtener datos del ambiente, digitalizarlos, procesarlos y ponerlos a disposición de los tomadores de decisión, será fundamental en el éxito de las misiones tanto en la educación pública como en la privada.
IV. La adopción tecnológica será clave, especialmente en el profesorado y en las plantillas con brechas etarias importantes. La “nueva normalidad” educativa debe impedir la segregación de aquellos que han asimilado con menor rapidez las nuevas herramientas. De la misma forma, las instituciones educativas reevaluarán sus planes de estudio para preparar a la fuerza laboral del futuro, incorporando STEM y habilidades blandas en muchas de sus líneas de desarrollo académico.
V. La identidad de las instituciones educativas del futuro estará menos ligada que en el pasado a sus inmuebles e instalaciones físicas, y más a la “matrícula digital” que otorgue sentido de pertenencia a sus miembros, conviviendo alternadamente en los mundos físicos y virtuales. Esto impone por supuesto mayores superficies de riesgo cibernético que atender y el incremento de problemáticas específicas como el cyberbulling, el manejo de fake news y la protección de los activos digitales y personales.
VI. La infraestructura tecnológica de las organizaciones educativas estará definida y basada en una estrategia global, que atienda las prioridades institucionales, incorporando la base de conectividad, ruteo, switching, seguridad, cómputo, almacenamiento y virtualización que habilite la explosividad en el uso del video, la colaboración híbrida y el soporte a las actividades que ahora son eminentemente digitales.
En resumen, estamos siendo testigos de una intensa disrupción global en la educación, de la cual las futuras generaciones saldrán fortalecidas. El sello distintivo de esta disrupción es, indudablemente, el rol protagónico que las tecnologías de información y comunicaciones y las herramientas digitales juegan en la transformación. Aprendamos y avancemos juntos en este apasionante camino.